29 de agosto de 2012

VEINTINUEVE DE AGOSTO DE 1995.

Una noche como la de hoy llegué.
Nunca pensé que escribiría esto.
Pero me atreveré a escribir algún que otro renglón desordenado.
A las 22'35 aparecí por primera vez, con los ojos mas grandes de toda Granada que miraban a la Alhambra esa noche.
Yo no sabia aun nada de lo que podría pasar, y que hay cosas que no sabes hasta que eres un poco más mayor y tienes algo de conciencia. Que hay vidas que se van, pero otras que llegan y te arropan con amor.
Días en los que echas de menos algo que no llegaste a conocer del todo y días que no piensas.
Tardes largas y enteras de amistad. Que por mucho que lo quieras ya no vuelven, solo cambian.
Días en lo que te crees más mayor pero solo te has puesto los zapatos de mamá.
Pero el día mas inesperado te das cuenta de que has cambiado, y que ya nada es igual antes.
Lo que te hacía ilusión ya solo son palabras en bocas equivocadas. 
Que lo que quieres de verdad es lo más difícil de tener.
Los zapatos de mamá ya no te los pones, los has cambiado por unos tuyos.
Y decides pasear tu vida por ahí, a descubrir más vidas. En tu camino se topan vidas, unas salen, de las cuales no vuelves a saber más, unas te rozan, pero hay otras que entran para no salir nunca más.
Y entonces buscas razones de por qué y lo único que encuentras son ellas.
Sigues haciéndote mayor y no te das cuenta de que otro gran capítulo de tu vida va a terminar.
Pero no tiene porque cerrarse para siempre.
Y aunque a veces no vayan por su sitio, siempre os tendré conmigo, al igual que todas las consecuencias que han ido a parar a mi vida.
Mi vida que es muy poca, que no es nada, solo diecisiete años.

Te das cuenta de que hay cosas que no tiene que acabar nunca.

Buenas noches.

No hay comentarios: